A lo largo de nuestra vida, tomamos decisiones de manera cotidiana. Es igual cual sea nuestra profesión, ya que muchas de ellas son a título personal y no en el mundo laboral. Es por ello por lo que, aunque enfocado en el mundo laboral, en el máster que curso actualmente se pone tanto énfasis en la importancia de la toma de decisiones. El curso de Mentor Harvard, enfocado a esta temática, expone una serie de acciones cuyo objetivo es intentar tomar la mejor decisión posible. Sobre ellas hablaré en este post.
El equipo…
En primer lugar, para llevar a cabo la toma de una decisión debemos atender a tres reglas básicas: ser ágil, ser riguroso e involucrar a las personas adecuadas. Esta última regla deja ver cuál es la realidad, y es que en la mayoría de las decisiones que debemos tomar no estaremos solos. Estaremos rodeados de un equipo, en el cual deberemos establecer una serie de roles para que cada persone aporte una habilidad y cualidad distintas. De este modo nos beneficiaremos de la heterogeneidad del grupo. También deberá aclararse con anterioridad como se tomará la decisión, si será un consenso, una mayoría o decisión personal del líder en base al trabajo grupal.
Debemos ser conscientes, por otro lado, del entorno que rodea a la problemática sobre la que decidimos. Hoy en día, los entornos que nos rodean son VUCA, por lo que debemos tomar las decisiones con mucha agilidad. En este sentido, es necesario, en ocasiones, priorizar incluso la rapidez a la perfección. Conocer el entorno es muy importante, pero más aún conocer con claridad y precisión cuál es el problema enfrentado, los objetivos o metas que buscamos, y dónde queremos estar en el futuro.
Volviendo a aspectos relacionados con el grupo, debemos ser conscientes de que el ser humano tiene comportamientos interiorizados. Con ello quiero decir que deseamos en muchas ocasiones ser acogidos por el grupo al que pertenecemos. Este hecho puede provocar que pese a poder realizar mejores aportaciones, nos sesguemos por intentar encajar. Además, existen diversos prejuicios cognitivos, creados a partir de la experiencia, como son confiar en éxitos pasados o sentir afinidad con el status quo. El líder del grupo debe ser capaz de eliminar estos sesgos, además de corregir fallos como el pensamiento grupal, el cual perjudica a la innovación y la creatividad, o el excesivo individualismo, el cual impide avanzar.
Las ideas provienen de todos los miembros
El líder del grupo debe ser consciente de que la confianza en su equipo es uno de los pilares fundamentales. Debe ser, además, quien fomente la creación de nuevas ideas y equilibre la balanza. La formación de un equipo que discrepe entre sí dará lugar a decisiones mucho más trabajadas al tener que superar trabas internas antes de ser ponerse en marcha. Será quien lleve el timón del barco, marcando el rumbo y evitando desviaciones que se produzcan durante la travesía. En un grupo es tan importante la generación de ideas, a través de técnicas como la lluvia de ideas, como la selección de las mejores alternativas propuestas. Por ello, las alternativas deben evaluarse en base diferentes variables como son la rentabilidad, los recursos o los riesgos, entre otras muchas. Para seleccionar la mejor alternativa también existen técnicas como el árbol para la toma de decisiones o la matriz de priorización.
Evitar estancarse
Una vez seleccionada la mejor alternativa, es necesario avanzar. Cuando nos encontramos ante la toma de una decisión cuyo impacto es relevante, tendemos a caer en la trampa de “la parálisis por análisis”. Este hecho se produce cuando somos incapaces de avanzar debido al excesivo estudio del problema en cuestión, llegando a trabajar varias veces el mismo problema pese a haber encontrado la mejor solución. Una vez decidida una alternativa debemos implementarla, ya que este no será el último paso llevado a cabo. Con la decisión puesta en marcha, debemos analizar todo lo que le rodea, para intentar mejorar aquellos aspectos que no alcancen los resultados preestablecidos. Además, si observamos que la meta no se alcanza, debemos ser honestos y preguntarnos si fue la mejor alternativa o, por el contrario, existía una alternativa más adecuada. Este cambio puede deberse a otros factores y no a un error personal. El entorno que nos rodea está en constante cambio, y debido a ello debemos analizar si los resultados son los esperados a medida que avancemos.
Finalmente, hay que destacar la importancia del reconocimiento. Debemos ser capaces de reconocer los triunfos del equipo, y no “colgarnos la medalla” a título personal por ser los líderes. El grupo necesita ser guiado tanto como ser reconocido, de este modo la calidad del trabajo grupal en futuras ocasiones irá aumentando. Quiero concluir con la siguiente reflexión: el trabajo en grupo se aprende con la experiencia y no sólo con la teoría.